viernes, 26 de noviembre de 2010

El amigo de la Yuri.

La Yuri encontró una pasión últimamente en la interné, y es que la muchacha pudo por fin, después de 4 cursos de computación y muchos días de regaño de su marido, abrir su Facebook, ha! pero que calamidad, ocupa 6 horas de su interesante vida en una red social que la apasionado de manera superlativa, al principio decía que no entendía el porqué razón los compas ponían fotos y exponían cada una de las cosas, tuvo una postura crítica de principio y dijo que ella prefería el mundo de verdad, quizá era por que no sabía aún jugar al farmville, o no había descubierto como entrevistar a tus amigos, el chiste es que la Yuri, rejega como ella sola se negaba rotundamente a ser parte de la innovación social del momento.

El caso es que se dio cuenta que ahí estaba un antiguo amigo del que estaba locamente enamorada cuando era niña, pobrecita de la Yuri, no sabía que hacer, si mandarle la invitación o sólo admirar en la lejanía aquella foto de su principe azul, sí, aquella foto en la que estaba montado en su caballo en su rancho del Estado de México, haaaay cabron, las tripas se le retorcieron y quiso de inmediato poder hablar con él, recordó que cuando lo conoció habían ido de paseo, y se fundieron en un beso apasionado a la orilla de una milpa del pueblo. Haaay carajo!

No sabía que hacer ahí en el momento. Después tuvo un sentimiento encontrado, pues recordó que ese mismo tipo quiso agarrarle las bubbies sin su permiso y así a la malagueña, y entonces detuvo el click sobre la amistad de Germán -así se llamaba el inocencio palomo perfecto-, detuvo el click, y sus pensamientos estaban a todo lo que daba; Enseguida se acordó también que era casada, - y pues los chismes se hacen rápido- y quizá el tipo pensaría mal, o pensaría bien, quien sabe, el caso es que ella no quería verse envuelta en un escándalo.

Pero su curiosidad era grande, y la curiosidad mato al gato. en su cabeza había miles de preguntas, ¿seguirá igual? ¿qué será de su vida?, entre otras muchas cosas. Pero todavía, no podía dar el paso. De repente vio que el fulano vivía en Los Ángeles California, -mojarra el jijo de la chilindrina- -dijo-, y pensó que era imprudente tratar de contactarlo, pues la gente cambia con el tiempo, pero no tanto.

-mejor me hago pendeja- exclamo, así haciendo como que no lo había visto la curiosidad dejaría de ser una preocupación. ¿será buena idea?

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